lunes, 26 de octubre de 2015

Prólogo, contexto o whatever...

Dicen que viajar te abre la mente, que tu espectro social crece de una forma abismal y que es muy factible que en todo el proceso de moverte de un lado a otro, termines modificando actitudes que conoces como propias, paradigmas invisibles que no sabes ni que están allí, formas de pensar sobre algunos tópicos y hasta eliminando prejuicios que no tenés idea ni siquiera de que existan. Dicen, claro. O por lo menos eso pensaba yo, que este sinnumero de ideas eran increíblemente exageradas, dichas por costumbre, por decir, o quizás porque los tipos que venían a contarme esto no tenían otra cosa mejor que hacer, más que machacarme la cabeza con pelotudeces surrealistas que un alto porcentaje de la población que, inocentemente, se auto-proclama "rebelde" quiere escuchar. En mi experiencia personal, me fumé boludeces de toda índole... Historias bizarras que había escuchado veinte mil millones de veces,  la envidia de viajeros frustrados que te vomitan frases tales como "viví todo lo que puedas por mí" (como si eso tuviera alguna especie de sentido), recomendaciones de un playlist interminable de películas del tipo "wild" "comer rezar amar" "Diarios de motocicleta" "into the wild" y creo que no me dieron de regalo un sobre con una cuponera de compra de preservativos para traerme, solamente porque no existe cosa tan bizarra y mundana como esa. Porque ABSOLUTAMENTE TODAS las personas que viajaron, según ellos cuentan, se transformaron de golpe en una especie de Brad Pit de barrio, en cogedores compulsivos que, al parecer, siguen al pie de la letra los pasos que establece el INADI en su estatuto, léase: No discriminar por sexo, raza o religión. Evidentemente se garcharon todo lo que les pasaba caminando dentro de un diámetro de dos metros a su alrededor, porque si no no me explico.

Ese era, básicamente, mi contexto. Aturdida de historias ajenas. Algunas re copadas, otras un tanto exhuberantes. Todos me preguntaban emocionados a dónde me iba esperando ansiosos que yo les dijera algo, como si yo tuviera la más puta idea de como responder a eso. La idea principalmente era visitar a mi hermano menor que estaba en Brasil. Nunca supe en qué parte, me olvidaba cada vez que me lo decía. Además nunca fui buena en Geografía, me la llevé a Marzo en el secundario y me la seguiría llevando for ever a la recalcada conch* de la lora para que no exista más, si eso fuera posible. Y ahora que lo pienso, creo que esa fue la razón principal por la cual me puse a estudiar Abogacía: La carencia de una materia tan nefasta como Matemática y de esta otra que me hacía estudiar valles, temperaturas de corrientes de agua, climas y ver dibujos monocromáticos inentendibles, esos que ustedes conocen como "mapas". Hasta hace poco odiaba los mapas, desconocía totalmente la mayoría de las capitales de las ciudades de cualquier parte del mundo, bueno también las ciudades. No daba lugar a ningún tipo de pensamiento cultural que no concordara con mi estructura mental y no me movía más allá de un radio seguro: Mayoritariamente mi dormitorio, mi baño en suit y la cocina de mi vieja (que estaba al lado). Mi hermano me saltó con un viaje cósmico al Amazonas y lo más incoherente del asunto fue que yo le dije que sí. Yo. Una mina que no estuvo a la intemperie ni en los bosques de Palermo más de dos horas de corrido sin fastidiarse, que hacía espamento cada vez que veía una cucaracha a lo lejos y llamaba a su mamá (o everybody que estuviera cerca) para que le de un chancletazo, una mina que prácticamente tiene los tacos tatuados en los talones y que jamás durmió en una carpa en su vida, mucho menos armarla - soy de las que piensan que para eso hay que estudiar Arquitectura, Maestro mayor de obras o algo relacionado con la construcción y vivienda - O sea... El chabón me planteó un viaje a la selva y yo accedí. Claramente no tenía idea de en dónde me estaba metiendo, pero esa fue la decisión más importante que tomé en mi vida y de esto me di cuenta dos semanas después de que el avión despegara.

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