miércoles, 11 de noviembre de 2015

La piba arshentina que limpia los baños.

Jericoacoara para mí significó muchas cosas, fue uno de mis primeros destinos, viví ahí dos meses inolvidables y quedé enamorada del lugar, conocí personas increíbles y cada día que pasaba era testigo de como parte de mi estructura mental se iba derrumbando a pedazos de una forma demasiado rápida y abrupta. Y digo esto porque algunos derrumbes fueron extremos. De un momento a otro me encontré pensando diferente a lo que pensaba un segundo atrás y, consecuentemente, haciendo cosas que jamás pensé que iba a hacer en mi puta vida. 

El caso más fenomenal al que me enfrenté hasta ahora, casi inconscientemente, tuvo su lugar a mediados o fines de septiembre del año que corre, en el camping Natureza, donde después de muchas dudas y excesiva insistencia conseguí cambiar trabajo por estadía, sin darme cuenta que lo que en realidad estaba mutando era yo, mi paradigma de vida y mi miedo al ridículo. La forma que tenía de encarar y ver las cosas se amplió tomando un rumbo completamente desconocido para mí, transformando todo por completo y dando un giro brutal de 180º del cual, asevero con todo mi ser, que no hay retorno.

El mismísimo Natureza con las pibas cuando lo encontramos de pedo en Camocim


Las noches con Vane venían siendo geniales. Ambas íbamos prácticamente vacacionando permanentemente de happy hour en happy hour nocturno, desayunábamos todos los días en la Padaría central y calmábamos la lija de nuestras noches birreras en la otra padaría, básicamente porque era el único comercio en todo el pueblo que permanecía abierto las 24 hs. 
La realidad es que yo no estaba dispuesta a dejar la birra de lado, puedo ser mochilera pero no pelotuda. Estaba en Brasil, en un paraíso playero, un lugar catalogado como uno de los cinco mejores del mundo para hacer deportes acuáticos. Guardarme a la noche y ratear las salidas para mí no era una opción válida. El único inconveniente estaba siendo descubrir que mi bolsillo no era, como parecía, una fuente inagotable de recursos monetarios y que el tema de pagar la estadía ya me estaba rompiendo soberanamente las pelotas que no tengo. Así que decidí darle un curso responsable a mi vida y hablar con Natureza, el dueño del camping en el que me hospedaba, planteándole un trueque que sea conveniente para ambas partes: Que me de un laburo que me libere de pagar el arancel de hospedaje en efectivo. Cambiar estadía por trabajo. El tipo la pensó y después de varias negativas suyas y una sacudida diaria de pelotas por parte mía, decidió aceptar. Me planteó dos propuestas: La primera era casarme con él y dar juntos la vuelta al mundo buscando la aprobación indirecta de mi hermano con chistes carentes de todo sentido práctico. Y la segunda era que lo ayude con la limpieza de los baños y la cocina del camping de lunes a lunes, dos veces por día sin ningún día de franco. Claramente la mejor opción era la segunda, creanmé. Así que sin pensar un segundo en donde me estaba metiendo y, con la adicción que tengo a tomar compulsivamente decisiones impulsivas que me caracteriza, le dije que sí. Así fue que empecé el peor laburo del mundo, pero que me ayudó a solventar gastos y hospedarme gratarola en un pueblo casi de fotografía de la revista Gente. 

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METODOLOGÍA DE LABURO:

Todos los días tenía que levantarme a las 6.00 am en punto y comenzar la jornada laboral que constaba de la limpieza profunda de los dos baños de la parte superior del predio, el baño de la parte inferior y un leve repaso con la escoba a la cocina más el lavado de las ollas o los utensillos que, eventualmente, hayan quedado sucios porque algún hijo de re mil puta no los fregó después de usarlos. La misma mecánica debía repetirse nuevamente alrededor de las 14.30 hs aproximadamente o, a más tardar, a las 15.00 hs dejándome el resto del día libre para disfrutar de la arena, el sol y el mar azul -rememorando a Marta Sanchez y su paso intermitente y fugaz por la historia de la música- 

Baño: Una vez equipada - Secador, balde, artículos de limpieza - abría la ducha para llenar el recipiente plástico al que, anteriormente, le había tirado abusivamente desinfectante aroma pino y lavandina a montones, hasta hacer espuma. Luego levantaba con la punta de un dedo ambas tapas del retrete para arrojarles, con carita de asco, el agua jabonosa. Siguiente paso, pasar una Mortimer empapada con más desinfectante por la piletita lavamanos. El espejo lo dejaba sucio. El resto del agua del balde iba al piso, pasaba el secador y listo.

Cocina: Pasar un trapo en la mesa para sacar exceso de migas, lavar los elementos culinarios de forma rápida y barrer el piso. Como siempre queda una línea de mugre que parece no querer entrar en la pala para ser arrojada a la basura, mi táctica era desparramarla con el mismo escobillón para que las poluciones se dividan y no se noten tanto. Pero solo con eso último eh! 

CONDICIONES SINDICALISTAS DE TRABAJO: 

Le exigí a mi nuevo jefe que cumpla con las normas sanitarias básicas si esperaba un buen desempeño de mi parte a la hora de desplegar mis talentos limpiadores. Las exigencias eran humildes, solamente tenía que equiparme con un par de guantes de latex talle S de buena calidad, rollo de cocina y un limpiavidrios industrial a gatillo para los espejos y grifos y el cambio obligatorio de las escobillas del inodoro por unas nuevas, desodorizadas y que no hayan tenido uso previo ni ninguna salpicadura bizarra de usos anteriores. 
Esta clarísimo que jamás compro el gatillo limpiavidrios ni el rollo de cocina, los guantes eran de un amarillo patito espantoso y las escobillas creo que las usé, a lo sumo las únicas dos veces que el tipo andaba cerca por si estaba mirando mi despliegue monumental de desinfección.

* * * *

PRIMER DÍA DE LABURO: Me quedé dormida, fruto de una resaca fulminante por los excesos birrísticos de la noche anterior y la falta de un objeto contundente que me indicara la hora o que me funcionara como alarma despertadora. La solución que el tipo me planteó fue la de actuar como una especie de despertador humano, comprometiéndose a despertarme todos los días a la hora acordada. Saldé la deuda de mi irresponsabilidad a la tarde.

El único problema era que este tipo era lo primero que veía en el día y su taladrante "hey! arshentina! arshentina! hey!" lo primero que escuchaba cuando abría los ojos.

SEGUNDO DÍA DE LABURO: Considerando el pequeño desliz que protagonicé el día anterior, para no caer repetitivamente en la irresponsabilidad absoluta, decidí que acostarme a las 4.30 am, hora en la que decidí retornar de mi salida nocturna, no era una buena opción ya que corría un alto riesgo de pegar el faltazo de nuevo. Así que seguí de largo, sin dormir, transformándome así en la persona más puntual del planeta. Era la oda a la limpieza de baños, con todo el maquillaje corrido, los guantes amarillo patito y la resaca en su punto cúlmine.

TERCER DÍA: "Arshentina estas usando mucho desinfectante, siempre una botella nos dura una semana y ya compré dos en tres días, si seguimos así se me dispara demasiado el presupuesto"

CUARTO DÍA: El horario de la tarde lo manejaba como se me cantaba el orto. A veces lo cumplía y otras me colgaba, llegando a laburar a las 15.30/16.00 hs. 

QUINTO DÍA: Comenzó la cagada a pedos grupal. Sin titubear empecé a pedir de una forma no muy amorosa, a todos los acampantes que no ensucien las instalaciones y que recuerden que tienen que lavar absolutamente todo lo que utilicen después de usarlo, dejando la cocina en orden. Esas eran las nuevas normas de la casa.

SEXTO DÍA: Volví de la salida a las 7.00 am, me saqué mi vestido blanco, me calcé los shorts, vigilé que mi jefe no estuviera despierto - para que no note que empecé una hora tarde - y con los shorts de modal, las ojotas y la pintura corrida (otra vez) me puse a fregar maldiciendo mi vida por ser tan miserable.

Y así siguió mi rutina durante semanas, mientras todos se estallaban incansablemente. El único problema grave al que tuve que enfrentarme fue lo que yo llamé "el síndrome playero de Mario Bros" que trajo como consecuencia fatiga, mal humor, insultos al universo y el posterior decaimiento de mi autoestima por las reiteradas complicaciones con el baño de abajo que SIEMPRE estaba tapado. El resto de boa. Más allá de toda gracia, para mí representó una gran experiencia personal activando la capacidad de sorpresa con respecto a mí misma .

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