miércoles, 28 de octubre de 2015

Jericoacoara, el verdadero inicio de mi viaje

Jijoca de Jericoacoara es un municipio pequeño, un parque nacional, ubicado en el nordeste de Brasil, en el estado de ceará, a 300 km al oeste de Fortaleza y a más de 5500 km de Buenos Aires, mi casa. Esta catalogado como un punto paradisíaco y uno de los cinco mejores lugares del mundo para hacer deportes acuáticos: Kite surf, surf y wind surf. Tiene la particularidad de no tener ningún centímetro pavimentado, todas las calles son de arena clara, no hay bancos ni cajeros, ni absolutamente nada que tenga que ver con la sociedad civilizada que todos conocemos. No hay un supermercado gigante, solo algunos pequeños mercadinhos atendidos, principalmente, por familias nativas, muchos bares y un exceso de tiendas, locales o whatever relacionado a los deportes donde Jeri se destaca. Es un lugar meramente orientado a un turismo de paladar exquisito y bueno, a nosotros los mochileros, artesanos, malabaristas y hippies que parecemos vivir, allí dentro, una realidad paralela o un viaje que nada tiene que ver con los paquetes turísticos cinco estrellas que venden en las casas de turismo.

Mapa de Jericoacoara.
Las pousadas, hoteles y hostels son de revista y, por supuesto, manejan precios súper elevados a los que, claramente, yo no puedo acceder. Esa fue la razón principal por la cual terminé viviendo allí dos meses en un camping a dos cuadras de la rúa del Forró, tres de la rúa principal y rodeada de playas paradisíacas a las que no iba NADIE. Todo ese micro planeta de ensueño era para nosotros, los que vivíamos en una especie de universo paralelo al resto del mundo, los sin guita, los que patean la rúa viviendo al día. 


* * * *
Cuando llegué a Jericoacoara, directo de Fortaleza, no podía ver más allá de las dunas de arena blanca y las lagunas naturales que se forman por el agua de lluvia entre las matas. Casi desierto, en realidad desierto del todo. Un camino de ensueño arriba de una 4x4 llena de gente desconocida y saltos abruptos fruto de los médanos interminables que presentaba la ruta. Un viaje bizarro pero copadísimo que nos trajo directamente a lo que vislumbré primero como un pueblito fantasma. 


Estas son las camionetitas que te entran y sacan de Jeri, no hay otra forma, la ruta es demasiado rústica para un auto o micro.
Ruta para entrar y salir de Jericoacoara. Desierto. Solo dunas, matos y lagunas naturales que se forman con agua de lluvia
Me hicieron bajar de la camioneta con mis mochilas a cuestas. Directo a la puerta del camping Do Natureza. Al bajar, no entendía nada, de hecho pensé que me estaban cargando. Mi hermano me había vendido este lugar como un paraíso y yo solo podía ver arena, arena, matos, la puerta de un camping, arena, mas arena y algunas construcciones rústicas. Algo parecido a un pueblito perdido a miles de kilómetros de casa. Se me llenó el culo de preguntas... "¿Esto era? ¿Acá nos vamos a quedar? ¿Qué onda con este lugar?" No parecía nada del otro mundo. Le pregunté con carpa a mi hermano si este definitivamente era el destino y él, comiendo una papaya madura me dijo que sí con toda la naturalidad del mundo. La re flashé y me quise matar. Por más que me esforzara, no encontraba nada exuberante. Como no teníamos dinero para tirar al techo, nos instalamos en el camping. Si, yo en carpa chicos. Y partimos a la playa a ver la puesta del sol que, según todos dicen, es la mejor de todo Brasil. Así fue que llegamos a la playa y todo cambió. Una magia increíble modificó la totalidad de las cosas. En cuestión de milésimas de segundos, el lugar se había transformado en un verdadero paraíso terrenal de una belleza verdaderamente indescriptible. Todo era magia, todo era imponente e inexplicable. Me quedé muda. Me emocioné. Tardé, pero recién en ese momento pude ver la verdadera belleza de este lugar. Entendí todo. 


Milano Beach - Praia rúa forró, Jericoacoara
Primer Pôr do sol en Jericoacoara
El camino de vuelta era distinto, las calles de arena eran distintas, los matos, las flores, el agua cristalina, la gente. Los negocios y construcciones tenían colores llamativos, todo parecía una obra de arte. No entendí nunca, hasta hoy, como mi mente cerrada no pudo captar todo eso antes... No se qué carajo ví al llegar, solo sé que ni se acercaba a la realidad de Jericocoara. Me planteé cuantas veces me pasó eso en mi vida, de ver todo por arriba, superficialmente, y no lograr encontrar la verdadera magia de las cosas, de los lugares, de las personas... ¿Cómo podía tener una percepción tan distinta? ¿Qué pasaba con mis ojos? ¿Cómo no pude vislumbrar todo esto al principio? ¿En qué carajo estaba pensando? ¿Qué carajo estaba viendo?. A los cinco minutos de quedar totalmente muda ante tanta grandeza, fue que decidí que mi viaje en Jeri se iba a extender unos días más. 

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