martes, 27 de octubre de 2015

Você é bem-vinda. They call me gringa

Agosto 2015. El día que llegué al aeropuerto de Sao Pablo, me encontré con que debía hacerle frente a nueve horas interminables de escala para abordar el próximo avión que partía a Fortaleza, donde teóricamente me estaría esperando mi hermano menor. Y recalco el "teóricamente" porque mi hermano es un cuelgue y con él nunca se sabe. Soy una persona con trastorno de ansiedad agravado después de los treinta años y siete separaciones, histérica patológica y, además, era la primera vez en toda mi vida que salía del país. Una oda a la totalidad de los tics de Nelson Castro pasado de merca. Un manojo de nervios y con el culo lleno de preguntas. Eramos dos en el viaje, Julieta y yo. Ella manejaba un toque el portugués porque, inteligentemente, había hecho un curso antes de visitar Brasil por primera vez algunos años atrás. Y yo que... Bueno, yo lo único que sabía de los brasuca era que, hipotéticamente, la tenían grande y la palabra "beleza", no more. No sabía que carajo era obrigado, ni como se decía "hola" siquiera, absolutamente NADA del idioma del país en el que me iba a instalar indefinidamente. Pero, ilusa, pensé que podía manejar todo de taquito ¿saben por qué? porque la piba tenía Inglés. Ja! y esa puta costumbre de creer en todas las boludeces que me dicen como "el inglés es el idioma universal, si sabés inglés podes moverte tranquila por cualquier parte del mundo". La recalcada concha de la lora. Todos los años de estudio de ese idioma capitalista me lo hizo meter bien en el orto una Paolista pasada de peso y piel oscura que atendía en el MC Donalds del aeropuerto de madrugada. No le duré ni un round a la mina, quedé regaladísima, en menos de cinco minutos me hizo K.O con la peor cara de culo que me pusieron en mi vida. Nunca me sentí tan pelotuda como en ese momento. La flaca me dijo, con una raya imaginaria anal profunda en el medio de la jeta "Não entendo o que você está falando" (no entiendo lo que usted esta hablando) y me tiró en la cara el cardapio (menú) con más frases históricas que, en ese momento, me parecieron arameo antiguo. No me puse a llorar porque tenía terror de que encima me recague a pedos por maricona, lo juro. Fue en ese preciso momento en el que pensé "que mal la voy a pasar en este país, lo que me espera". Julieta le pidió un café por mí, me lo terminé y me vengué en el mismísimo momento en que me apoyé sobre la mesa roncándo como un rinoceronte y, seguramente, asustando a todos los clientes que osaban entrar a beber un refrigerio. Supongo que habrán pensado que se equivocaron de lugar y que habían terminado por error en la parte más salvaje de Africa. Yo babeaba y emitía sonidos con un eco re bizarro. Fue genial igual eh.

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Octubre 2015. En los pueblos o pequeñas ciudades no pasaba, pero en las grandes cosmopolitas esto es moneda corriente. Es solo cuestión de segundos, acá te miran o te escuchan hablar un toque y ya te sacan la ficha. Por la pronunciación, por la forma de vestir, por mi portugués malísimo o por todas esas cosas juntas. Un conjunto de circunstancias cotidianas que dan por resultado la activación de la viveza brasilera. Viajar con Vane, una europea rubia de más de un metro setenta, ojos azules como el mar caribeño y un acento español perfecto, la mayoría de las veces confunde un poco a los sudacas. Increíblemente TODO te sale más caro, las cosas que no tienen precio y también las que sí lo tienen! Es bizarro y ralla la locura. Una de las más abruptas situaciones que viví fue en Parnaíba, con el precio de una birra, encima. Fue tan asqueroso que llegó a ser genial. Entré al bar de la playa y le pregunté al camarero, muy amablemente, cuanto costaba la birra. El flaco me miró, casi haciéndome una radiografía de torax con las retinas y, me tiró así, como quien no quiere la cosa, R$ 7 la de 600ml. Anonadada, con mis ojos desorbitados al compás de un grito histérico en el que repetí la suma, le hice saber la sorpresa que me causó su respuesta. Yo esa cerveza la venía pagando R$5. El chabón me subió la apuesta haciéndose el pillo y me respondió, con un portuñol incluso peor que el mio, "Igual esta más barato que en Argentina". Indignada, le entré a hablar en criollo puro, con sonrisita de coté y un dialecto propio del primer CD de los pibes chorros, así, bien rápido como cuando subo al escenario - y con el mismo volumen de voz que uso cuando pienso que el micrófono no funciona. Básicamente le rompí un tímpano - "capo a mi no me vengas con boludeces que yo no soy europea, soy Argentina, dejá de chamullarme" El chabón se estalló. Creo que mitad porque no me entendió un carajo y mitad porque se quiso matar. La mejor parte de la historia, es que cuando salí había colgado un cartel gigante, un plotter amarillo y rojo que tenía la imagen de la birra, objeto de la disputa, con un precio gigante: CERVEJA SKOL R$4.99 PROMOÇAO.
Así es todo el puto tiempo acá. Me dicen en la cara "gringa", piden sumas ridículas de guita por algunas cosas. Con la estadía pasó lo mismo. Decir que soy una rata profesional y todo lo discuto con buenísima onda y un portugués horrible. Después de conocerte te toman cariño y vienen las rebajas. A veces por insistencia humorística, a veces por motus propio.

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Octubre 2015. El día que llegamos a Sao Luis, con Vanesa, nos tomamos el bondi. El taxi esta imposible. Los colectivos acá tienen molinetes en el medio (jajajaja) con una persona sentada al costado de los mismos que te cobra y te ordena imperativamente que pases para el fondo. Nosotras, dos tortugas ninja, ni siquiera mochileras... Porque ya somos un camión de fletes transeúnte nómade, dos mochilas gigantes cada una. Está clarísimo que no pasamos por el puto molinete. Ni la mochila grande sola pasa. Así que, después de haber tardado una eternidad para entrar al transporte público, me acerqué al molinete humano y le dije a la flaca que me cobre un boleto. La chabona, con más cara de ojete que yo en mi época depresiva, me recibió los R$20 y me los devolvió al toque (como la paolista con el cardapio) diciéndome, sin mirarme, que no tenía cambio y que me tenía que bajar. Pero bueno, después tenés a la otra gente, la buena gente, la mayoría diría yo. Que no están de acuerdo con esa forma que tiene la minoría de tratar al extranjero. Un pibe se acercó y me pagó el boleto. La *molineta* se quiso matar.
Hablando de la otra parte, la gente copada, que es muchísima, a veces se cuelga con nuestro acento y se cagan de risa. Con Vane fuimos a un local de minita, esos que tienen cosas para el pelo, maquillaje y boludeces y todas las vendedoras estaban con nosotras, solo hablando, sin querernos vender nada. Parecíamos Julia Roberts en Mujer bonita, la parte esa en que compra ropa mientras el gil de Richard Gere habla por teléfono y desenrolla, filosóficamente su pene sobre los mostradores, cuando hace alarde de que la atiendan bien que el después pasa la tarjeta. Nos trataron de boa*, nos hacían hablar y se estallaban porque, a pesar de ser hablahispanas, Vane y yo tenemos acentos diferentes y a veces ni nosotras mismas nos entendemos entre nosotras, solo nos explicamos algunas palabras y nos cagamos de risa. "Oye tía que eres una cachonda" es LA frase que más amo. (Cachonda como graciosa eh! nada de calentura, no sean mal pensados).

* De boa, vendría a ser acá como un "estoy joya" en Argentina.

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