sábado, 31 de octubre de 2015

Y un día la galera acampó en Lagoa Paraíso

Gracias por tanto, eternamente en el corazón. Argentina / Brasil / Catalunya 2015
Lagoa Paraíso, Jijoca de Jericoacoara. Ceará, Brasil.
Los que me conocen saben que el mar y el agua salada no son cosas que yo precisamente ame. Una vez de pendeja, mis viejos, para que me deje de romperles las pelotas en la playa, me compraron para que me entretenga una barrenadora de telgopor en la costa Argentina y tuve una experiencia nefasta que se ve que dio por resultado un trauma psicológico irreversible en mi persona. Lo poco que recuerdo es que entré al mar, me subí a esa especie de tapa de heladera térmica descartable gigante buscando la mejor de las aventuras, cuando vino una ola enorme y después, a los pocos segundos, solo me acuerdo que tenía la cosa esa, encallada de punta en la arena, y del otro extremo clavada en la boca de mi estómago mientras me ahogaba con esa ola interminable que no me dejaba salir a la superficie a respirar. Así que con ocho años de edad decidí que los deportes acuáticos no eran lo mío y que el mar tampoco. Imagínense lo genial que puedo llegar a pasarla en la playa, cagándome de calor mientras cuido las cosas de todas las personas que me rodean, que aman el mar y disfrutan de un chapuzón ideal dejándome sola en la orilla como una especie de guardarropas nómade que acompaña la crecida o bajada de la marea, mientras ellos ríen y juegan adentrados cual Alfonsina Storni en el reino de Poseidón. Terrible. Así que cuando me enteré que había un micro-paraíso de agua dulce cerca de donde estábamos viviendo, no pude más que alegrarme y decir que sí a toda propuesta que me aleje del mar aunque sea unos días. Así fue que decidimos acampar en Lagoa Paraíso.




Preparamos todo: Comida, carpas, bolsas de dormir, una muda de ropa de más, toallas, cacerola para cocinar al fuego vivo, agua potable, instrumentos, una birra helada para el camino y algunos reales para viajar hasta allá y por si necesitásemos comprar algo más en caso de emergencia. Todo iba más que joya. Le lloramos la carta a uno de los camioneros, lo presionamos bah, y nos llevó por mucho menos de lo que pedía habitualmente. Llegamos a la laguna y yo la flashé, tanto que entré corriendo al agua y no quería salir de ella, a pesar de que, como resultado, mis extremidades corrieran peligro de quedar arrugadas cual pasa de uva. Ese lugar era INCREÍBLE, paradisíaco de verdad y encima no había nadie. Teníamos toda la playa para nosotros solos y todas las instalaciones podían ser usadas sin pagar un real. La única cagada fue que en el viaje se nos acopló un mochilero peruano en pedo, uno de esos viajeros parásito - como les llaman acá - que se te pegan y empiezan a chuparte la sangre de una manera garrafal. Te comen la comida, se toman atribuciones que no corresponden, te viven lo más que pueden sin ningún tipo de pudor. Pero, aún así, hasta que lo despachamos con flautita peruana y todo, no hubo problemas mayores, ni nada que pueda terminar de opacar la belleza inconmensurable del lugar. Parecía ser nuestro día de suerte, ya que del otro lado, cruzando la laguna, encontramos un predio preparado para acampar donde solo estaba el casero que nos permitió quedarnos ahí. Tenía parrilla, reposeras, árboles que daban sombra y permitían colgar la hamaca, mesas de cemento, pileta de cocina, una playa privada y una casa gigante a las que nos permitieron acceder para ingresa a los sanitarios (que tenían bidé de mano y papel higiénico).

Predio en el que acampamos gratarola, gracias a un casero muito legal.

* * * *

MI IRRESPONSABILIDAD COMO MEDIO PROPIO DE CAGAR SITUACIONES DE MANERA INCONSCIENTE Y TOTALMENTE "IMPREDECIBLE"

El grupo pasó todo el día en la playita copando las instalaciones de forma casi abusiva hasta aproximadamente una hora antes de caer el sol. Ese momento del día es propicio para que la banda nómade comience a moverse y a buscar un lugar para instalarse antes de que la noche torne las cosas más complicadas. Éramos siete personas para trasladar todo y, con sumo cuidado, debíamos cruzar las cosas a través de la laguna, en su parte menos profunda, a pie sin que el agua llegue a tocarlas. El agua no iba a pasar del metro siguiendo un camino estrictamente seleccionado por dos de los pibes. No se qué extraña situación del universo hizo que yo terminara con todo aquello que se considera fundamental a la hora de acampar, es decir, las cosas más importantes quedaron bajo mi responsabilidad, casi sin pensarlo, todos fuimos agarrando bultos y yo, sin darme cuenta, terminé con la carpa, los toallones, la bolsa de dormir y el dinero a cuestas. Más mi bolso de mano. Todos comenzamos a cruzar y, claro, mi torpeza me jugó una mala pasada, me tropecé conmigo misma y comencé a caer para atrás en cámara lenta. Fue una secuencia determinante y bizarra, porque a pesar de la lentitud con que dicho acto estaba aconteciendo, no había forma de que todo se evitara ni vuelta atrás. En mi cabeza juro que podía escuchar casi patente el tema de Richard Wagner "The ride of the Valkyries"  sonando y musicalizándolo todo. Cada micro-segundo yo seguía cayendo para atrás y se iban empapando progresivamente y en orden: La carpa, las toallas, la bolsa de dormir, mi bolso de mano y la guita que tenía en el bolsillo del pantalón. Muy en el fondo distinguía los gritos desesperados de mis compañeros de viaje que no podían creer como yo había terminado con aquellos objetos contundentes y tan trascendentales para desarrollar tan bella actividad al aire libre y como todo se iba mojando cada vez más y más. Los alaridos me ponían más nerviosa, pero decidí que moverme iba a empeorar las cosas, así que me entregué a la voluntad del supremo dejándome caer hasta llegar al fondo. Todos vinieron a acudirme... Bah, perdón, a sacarme las cosas de encima, yo en ese momento no importé tanto. Algunos no podían parar de reírse, los demás se agarraban la cabeza y mi hermano gritaba "¿Que hacía Gisela con todo eso?!".

Así vivían los pibes, con toda esa belleza rodeándonos. Sin pagar sumas exhorbitantes de dinero ni contratar paquetes turísticos cinco estrellas en empresas de turismo. Solo pateando, conociendo personas y hablándoles con la mejor onda.
Después de semejante cagadón, todo salió de boa. Pudimos instalarnos sin más contratiempos, prender un hermoso fuego, cautivante, y secar las cosas mientras cocinábamos y compartíamos una olla de pastas juntos al mejor estilo carioca*.

Prueba contundente de que de verdad cocinamos a fuego vivo.
En otro de los fuegos, ya casi llegando al agua y también de noche, se nos ocurrió hacer un ritual en grupo. Todos seleccionamos un palo de madera rústico en el cual depositamos alguna frustración, persona o situación a soltar, o algún hecho del pasado al que debíamos darle un final. Cuando todos logramos "cargar" la rama con esa energía y estuvimos dispuestos a realmente dejarla atrás, arrojamos las maderitas al fuego como símbolo de que, a partir del momento en que se consuma, nosotros ya seríamos libres del pesar que aquello se quemó nos causó hasta entonces. Un momento emotivo acompañado de música improvisada y abrazos sentidos. Inolvidable.

Recuerdos eternos grabados en el corazón: Cantando el tema Rise, de Eddie Veder con Felipe en Ukulele.

La sonrisa y el alivio que solo la LIBERTAD en su sentido más amplio puede causarnos.

*El estilo carioca: Maniobra utilizada cuando los cubiertos y/o platos no son suficientes para la totalidad de los comensales. Es decir, cuando los utensillos no son equivalentes a la cantidad de personas presentes. Lo que se hace es compartirlo todo de manera equitativa. Se pasan la olla o el plato servido y los tenedores al compañero de al lado, se le da un bocado y se va pasando hasta terminar.
Letra chica: También se hace con lo que se beba o se fume.

Tudo o que você precisa é amor / All you need is love

Mi segundo día de viaje conocí a Alberto. Un pendejo de Minas Gerais. Brasilero, una década menor que yo. Su aparente libertad me cautivó. Su melena color chocolate desgastada hacia el largo de las puntas rozaba revoltosa sobre sus hombros. De torso fibroso y clavículas marcadas, esbelto, feliz, sonriente y alegre, pero por sobre todo libre. Dueño de una sonrisa gigante y luminosa que alumbraba primero su rostro y luego todo a su alrededor. De mirada profunda y penetrante, tanto que lograba desnudarte -sin la necesidad de tener que quitar ni una prenda- cuando movía sus grandes ojos de pestañas tupidas de arriba hacía abajo mordiendo sus labios carnosos con denotación picarona.


jueves, 29 de octubre de 2015

Kit "hippie chic" para ir al baño en un camping.

Cuando uno se aloja en un hostel, hotel, pousada o whatever... El problema mayor al que uno se enfrenta es al de rezar a todos los santos para caer en un país, ciudad o provincia, donde los baños tengan bidé. Hasta hace unos meses, por lo menos, ese era el único inconveniente al que yo me enfrentaba en baños ajenos. Cuando llegué a Brasil y noté que acá el bidé no es un "derecho humano" - como yo lo considero - ni un objeto necesario, o utilizado a la hora de terminar de cagar, mi vida juro que cambió para siempre. Primero fui víctima de un profundo estrés, lo único que podía pensar es en el bolo fecal que iba a llevar en mi vientre durante todo el viaje, cual feto en embarazo psicológico. Estaba negada. Fue terminar de pensar eso y el culo se me cerró "de acá no sale nada" pensé. Después vinieron el pánico y la vergüenza de, en un caso hipotético, tener que enfrentarme a mirar cara a cara a una persona que podía llegar a entrar inmediatamente después que yo. Porque te puede tocar uno de esos hijos de puta que te miran con recelo o, incluso peor, con risita cómplice, esa que solo significa una cosa: El tipo esta pensando "ah chanchita, así que hiciste el número dos". O viceversa. El temita de tener que fumarme el olor de las deposiciones de otro que, encima, se viene alimentando de arroz y feijón a toda hora del día para mí era terrible. 

Tener baño propio es algo que todos naturalizamos, lo vemos como algo normal, o quizás a mí no me entraba en la cabeza la movida esa de los sanitarios compartidos. 
Los baños comunitarios no son una tarea fácil. De hecho uno no se imagina lo que puede realmente ser hasta experimentarlo en carne propia. En temporada alta, los baños compartidos pueden llegar a convertirse en algo parecido a la intersección de las calles Lavalle y Florida, centro bonaerense, un día de semana en hora pico. Tienen filas de gente esperando para entrar y más recambio de personas que las sucursales de la AFIP.

Cuando hay tanta demanda para ingresar a un lugar, es súper necesario ser conscientes de que tenemos a mano todo lo que vamos a necesitar, para que no nos manden - por pelotudos - al fondo de la fila por habernos olvidado algo. Les paso a enumerar el KIT de objetos indispensables a la hora de ir a un baño comunitario.

- Bolsa contenedora de objetos contundentes. Puede ser la del supermercado o, incluso mejor, una que sea resistente, sobre todo al agua y la humedad. Si llevan una de tela, a los pocos días va a tomar un olor a culo infumable y acuérdense que se guarda en la carpa, ese lugar "especial" en el que van a dormir después. Sacar el olor de una carpa es, incluso más difícil que armarla chicos. 
Dentro de la bolsa van a poner lo siguiente:

- Papel higiénico / rollo de cocina (o, en el peor de los casos, servilletas del bar en el que desayunaron a la mañana, siempre que no sean esas lijadoras de culo que pueden usarse para armar puchos).

- Agua de culo. Atención! Este ítem es fundamental, recuerden que no hay bidé y bañarse cada vez que hacen cacona es una tarea tediosa, creánme. Va a llegar un punto en el que las va a dar paja ir a cagar, van a preferir aguantarse y eso no es bueno, chicos. Al final del día, en un país que no es el suyo, con otras costumbres y agua desconocida para el organismo - dependiendo de los alimentos que hayan ingerido - pueden meter hasta cinco duchas de corrido. Es un incordio, además todos te cargan después. Evitemos los baños innecesarios.

¿Qué es el agua de culo? Simple. Mi hermano menor denominó "agua de culo" a un novedoso invento que consta de una botella plástica llena de agua, en lo posible de medio litro (para que sea de fácil traslado) cuya única función será ser utilizada para enjuagarse el totó luego de haber hecho popó.

- Toalla / toallón / toallitas húmedas (esas que se usan para limpiarles el orto a los bebés, en lo posible sin aroma e hipoalergénicas) Para eliminar el exceso de líquido que el agua de culo dejó sobre nosotros.

- Jabonera plástica con jabón incluído. La jabonera es un MUST, es decir, es uno de los objetos básicos y más importantes que van a llevar consigo en su viaje, en todo su viaje. Fundamental que este siempre a mano. Además si pinta ducha rápida, ya tienen todo lo necesario.

En este kit, por las dudas, pueden incluír (dependiendo del tamaño de la bolsa contenedora) un Shampoo y una crema de enjuague (esto último solo para minas y metrosexuales). Sobre todo si en el lugar en donde paran hay un exceso importante de gente. Tengan en cuenta que no saben cuando van a volver a ingresar al baño. Dependiendo la hora del día, quizás les convenga hacer pis, caca y bañarse, todo de una... Sin tener que comerse una fila interminable nuevamente.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Jericoacoara, el verdadero inicio de mi viaje

Jijoca de Jericoacoara es un municipio pequeño, un parque nacional, ubicado en el nordeste de Brasil, en el estado de ceará, a 300 km al oeste de Fortaleza y a más de 5500 km de Buenos Aires, mi casa. Esta catalogado como un punto paradisíaco y uno de los cinco mejores lugares del mundo para hacer deportes acuáticos: Kite surf, surf y wind surf. Tiene la particularidad de no tener ningún centímetro pavimentado, todas las calles son de arena clara, no hay bancos ni cajeros, ni absolutamente nada que tenga que ver con la sociedad civilizada que todos conocemos. No hay un supermercado gigante, solo algunos pequeños mercadinhos atendidos, principalmente, por familias nativas, muchos bares y un exceso de tiendas, locales o whatever relacionado a los deportes donde Jeri se destaca. Es un lugar meramente orientado a un turismo de paladar exquisito y bueno, a nosotros los mochileros, artesanos, malabaristas y hippies que parecemos vivir, allí dentro, una realidad paralela o un viaje que nada tiene que ver con los paquetes turísticos cinco estrellas que venden en las casas de turismo.

Mapa de Jericoacoara.
Las pousadas, hoteles y hostels son de revista y, por supuesto, manejan precios súper elevados a los que, claramente, yo no puedo acceder. Esa fue la razón principal por la cual terminé viviendo allí dos meses en un camping a dos cuadras de la rúa del Forró, tres de la rúa principal y rodeada de playas paradisíacas a las que no iba NADIE. Todo ese micro planeta de ensueño era para nosotros, los que vivíamos en una especie de universo paralelo al resto del mundo, los sin guita, los que patean la rúa viviendo al día. 


* * * *
Cuando llegué a Jericoacoara, directo de Fortaleza, no podía ver más allá de las dunas de arena blanca y las lagunas naturales que se forman por el agua de lluvia entre las matas. Casi desierto, en realidad desierto del todo. Un camino de ensueño arriba de una 4x4 llena de gente desconocida y saltos abruptos fruto de los médanos interminables que presentaba la ruta. Un viaje bizarro pero copadísimo que nos trajo directamente a lo que vislumbré primero como un pueblito fantasma. 


Estas son las camionetitas que te entran y sacan de Jeri, no hay otra forma, la ruta es demasiado rústica para un auto o micro.
Ruta para entrar y salir de Jericoacoara. Desierto. Solo dunas, matos y lagunas naturales que se forman con agua de lluvia
Me hicieron bajar de la camioneta con mis mochilas a cuestas. Directo a la puerta del camping Do Natureza. Al bajar, no entendía nada, de hecho pensé que me estaban cargando. Mi hermano me había vendido este lugar como un paraíso y yo solo podía ver arena, arena, matos, la puerta de un camping, arena, mas arena y algunas construcciones rústicas. Algo parecido a un pueblito perdido a miles de kilómetros de casa. Se me llenó el culo de preguntas... "¿Esto era? ¿Acá nos vamos a quedar? ¿Qué onda con este lugar?" No parecía nada del otro mundo. Le pregunté con carpa a mi hermano si este definitivamente era el destino y él, comiendo una papaya madura me dijo que sí con toda la naturalidad del mundo. La re flashé y me quise matar. Por más que me esforzara, no encontraba nada exuberante. Como no teníamos dinero para tirar al techo, nos instalamos en el camping. Si, yo en carpa chicos. Y partimos a la playa a ver la puesta del sol que, según todos dicen, es la mejor de todo Brasil. Así fue que llegamos a la playa y todo cambió. Una magia increíble modificó la totalidad de las cosas. En cuestión de milésimas de segundos, el lugar se había transformado en un verdadero paraíso terrenal de una belleza verdaderamente indescriptible. Todo era magia, todo era imponente e inexplicable. Me quedé muda. Me emocioné. Tardé, pero recién en ese momento pude ver la verdadera belleza de este lugar. Entendí todo. 


Milano Beach - Praia rúa forró, Jericoacoara
Primer Pôr do sol en Jericoacoara
El camino de vuelta era distinto, las calles de arena eran distintas, los matos, las flores, el agua cristalina, la gente. Los negocios y construcciones tenían colores llamativos, todo parecía una obra de arte. No entendí nunca, hasta hoy, como mi mente cerrada no pudo captar todo eso antes... No se qué carajo ví al llegar, solo sé que ni se acercaba a la realidad de Jericocoara. Me planteé cuantas veces me pasó eso en mi vida, de ver todo por arriba, superficialmente, y no lograr encontrar la verdadera magia de las cosas, de los lugares, de las personas... ¿Cómo podía tener una percepción tan distinta? ¿Qué pasaba con mis ojos? ¿Cómo no pude vislumbrar todo esto al principio? ¿En qué carajo estaba pensando? ¿Qué carajo estaba viendo?. A los cinco minutos de quedar totalmente muda ante tanta grandeza, fue que decidí que mi viaje en Jeri se iba a extender unos días más. 

martes, 27 de octubre de 2015

Você é bem-vinda. They call me gringa

Agosto 2015. El día que llegué al aeropuerto de Sao Pablo, me encontré con que debía hacerle frente a nueve horas interminables de escala para abordar el próximo avión que partía a Fortaleza, donde teóricamente me estaría esperando mi hermano menor. Y recalco el "teóricamente" porque mi hermano es un cuelgue y con él nunca se sabe. Soy una persona con trastorno de ansiedad agravado después de los treinta años y siete separaciones, histérica patológica y, además, era la primera vez en toda mi vida que salía del país. Una oda a la totalidad de los tics de Nelson Castro pasado de merca. Un manojo de nervios y con el culo lleno de preguntas. Eramos dos en el viaje, Julieta y yo. Ella manejaba un toque el portugués porque, inteligentemente, había hecho un curso antes de visitar Brasil por primera vez algunos años atrás. Y yo que... Bueno, yo lo único que sabía de los brasuca era que, hipotéticamente, la tenían grande y la palabra "beleza", no more. No sabía que carajo era obrigado, ni como se decía "hola" siquiera, absolutamente NADA del idioma del país en el que me iba a instalar indefinidamente. Pero, ilusa, pensé que podía manejar todo de taquito ¿saben por qué? porque la piba tenía Inglés. Ja! y esa puta costumbre de creer en todas las boludeces que me dicen como "el inglés es el idioma universal, si sabés inglés podes moverte tranquila por cualquier parte del mundo". La recalcada concha de la lora. Todos los años de estudio de ese idioma capitalista me lo hizo meter bien en el orto una Paolista pasada de peso y piel oscura que atendía en el MC Donalds del aeropuerto de madrugada. No le duré ni un round a la mina, quedé regaladísima, en menos de cinco minutos me hizo K.O con la peor cara de culo que me pusieron en mi vida. Nunca me sentí tan pelotuda como en ese momento. La flaca me dijo, con una raya imaginaria anal profunda en el medio de la jeta "Não entendo o que você está falando" (no entiendo lo que usted esta hablando) y me tiró en la cara el cardapio (menú) con más frases históricas que, en ese momento, me parecieron arameo antiguo. No me puse a llorar porque tenía terror de que encima me recague a pedos por maricona, lo juro. Fue en ese preciso momento en el que pensé "que mal la voy a pasar en este país, lo que me espera". Julieta le pidió un café por mí, me lo terminé y me vengué en el mismísimo momento en que me apoyé sobre la mesa roncándo como un rinoceronte y, seguramente, asustando a todos los clientes que osaban entrar a beber un refrigerio. Supongo que habrán pensado que se equivocaron de lugar y que habían terminado por error en la parte más salvaje de Africa. Yo babeaba y emitía sonidos con un eco re bizarro. Fue genial igual eh.

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Octubre 2015. En los pueblos o pequeñas ciudades no pasaba, pero en las grandes cosmopolitas esto es moneda corriente. Es solo cuestión de segundos, acá te miran o te escuchan hablar un toque y ya te sacan la ficha. Por la pronunciación, por la forma de vestir, por mi portugués malísimo o por todas esas cosas juntas. Un conjunto de circunstancias cotidianas que dan por resultado la activación de la viveza brasilera. Viajar con Vane, una europea rubia de más de un metro setenta, ojos azules como el mar caribeño y un acento español perfecto, la mayoría de las veces confunde un poco a los sudacas. Increíblemente TODO te sale más caro, las cosas que no tienen precio y también las que sí lo tienen! Es bizarro y ralla la locura. Una de las más abruptas situaciones que viví fue en Parnaíba, con el precio de una birra, encima. Fue tan asqueroso que llegó a ser genial. Entré al bar de la playa y le pregunté al camarero, muy amablemente, cuanto costaba la birra. El flaco me miró, casi haciéndome una radiografía de torax con las retinas y, me tiró así, como quien no quiere la cosa, R$ 7 la de 600ml. Anonadada, con mis ojos desorbitados al compás de un grito histérico en el que repetí la suma, le hice saber la sorpresa que me causó su respuesta. Yo esa cerveza la venía pagando R$5. El chabón me subió la apuesta haciéndose el pillo y me respondió, con un portuñol incluso peor que el mio, "Igual esta más barato que en Argentina". Indignada, le entré a hablar en criollo puro, con sonrisita de coté y un dialecto propio del primer CD de los pibes chorros, así, bien rápido como cuando subo al escenario - y con el mismo volumen de voz que uso cuando pienso que el micrófono no funciona. Básicamente le rompí un tímpano - "capo a mi no me vengas con boludeces que yo no soy europea, soy Argentina, dejá de chamullarme" El chabón se estalló. Creo que mitad porque no me entendió un carajo y mitad porque se quiso matar. La mejor parte de la historia, es que cuando salí había colgado un cartel gigante, un plotter amarillo y rojo que tenía la imagen de la birra, objeto de la disputa, con un precio gigante: CERVEJA SKOL R$4.99 PROMOÇAO.
Así es todo el puto tiempo acá. Me dicen en la cara "gringa", piden sumas ridículas de guita por algunas cosas. Con la estadía pasó lo mismo. Decir que soy una rata profesional y todo lo discuto con buenísima onda y un portugués horrible. Después de conocerte te toman cariño y vienen las rebajas. A veces por insistencia humorística, a veces por motus propio.

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Octubre 2015. El día que llegamos a Sao Luis, con Vanesa, nos tomamos el bondi. El taxi esta imposible. Los colectivos acá tienen molinetes en el medio (jajajaja) con una persona sentada al costado de los mismos que te cobra y te ordena imperativamente que pases para el fondo. Nosotras, dos tortugas ninja, ni siquiera mochileras... Porque ya somos un camión de fletes transeúnte nómade, dos mochilas gigantes cada una. Está clarísimo que no pasamos por el puto molinete. Ni la mochila grande sola pasa. Así que, después de haber tardado una eternidad para entrar al transporte público, me acerqué al molinete humano y le dije a la flaca que me cobre un boleto. La chabona, con más cara de ojete que yo en mi época depresiva, me recibió los R$20 y me los devolvió al toque (como la paolista con el cardapio) diciéndome, sin mirarme, que no tenía cambio y que me tenía que bajar. Pero bueno, después tenés a la otra gente, la buena gente, la mayoría diría yo. Que no están de acuerdo con esa forma que tiene la minoría de tratar al extranjero. Un pibe se acercó y me pagó el boleto. La *molineta* se quiso matar.
Hablando de la otra parte, la gente copada, que es muchísima, a veces se cuelga con nuestro acento y se cagan de risa. Con Vane fuimos a un local de minita, esos que tienen cosas para el pelo, maquillaje y boludeces y todas las vendedoras estaban con nosotras, solo hablando, sin querernos vender nada. Parecíamos Julia Roberts en Mujer bonita, la parte esa en que compra ropa mientras el gil de Richard Gere habla por teléfono y desenrolla, filosóficamente su pene sobre los mostradores, cuando hace alarde de que la atiendan bien que el después pasa la tarjeta. Nos trataron de boa*, nos hacían hablar y se estallaban porque, a pesar de ser hablahispanas, Vane y yo tenemos acentos diferentes y a veces ni nosotras mismas nos entendemos entre nosotras, solo nos explicamos algunas palabras y nos cagamos de risa. "Oye tía que eres una cachonda" es LA frase que más amo. (Cachonda como graciosa eh! nada de calentura, no sean mal pensados).

* De boa, vendría a ser acá como un "estoy joya" en Argentina.

Adaptación a la vida hippie.

En el capítulo "cosas que nunca pensé que iba a hacer en mi puta vida PARTE 1" hablo - entre otras cosas - de los encuentros escatológicos del tercer mundo de los que fui víctima durante mi primera semana de estadía en un camping brasilero, más precisamente en el estado de Ceará. Bien al norte de Brasil, bien en la loma del recontra culo, bah.


Empezando por la palabra "CAMPING". Creo que nadie que me haya conocido hasta hace dos meses podía asociarme siquiera cerca de esa idea. Con solo decirles lo anonada que quedé cuando descubrí que las mochilas para viajar se medían en litros, como la birra y que bajé del aeropuerto con unos anteojos importados (que me robaron) y mis botas divinas de animal print, leopardo más precisamente, les digo todo chicos. Increíblemente, aquella situación bizarra que, antes de emprender mi viaje, era filtro excluyente para eliminar pelotudos de mi vida, terminó siendo mi más temido karma y único destino. Siempre sostuve que para dejarme, un tipo solo tenía que proponerme irme de campamento o invitarme a alguna actividad recreativa que tenga como propuesta un alto porcentaje de "vida al aire libre".

- Primer día de *Camping* BAÑO TAPADO
Por un sorete inmundo, ajeno, de un tercero, de un hijo de recontra puta que seguramente se comió una ballena o un conteiner de cangrejos acompañado con excesos de arroz y feijón (porque acá todo lo acompañan con eso, claro). Así estaba yo, frente a frente, con semejante sorongo, mirando a todos lados pensando que era víctima de una broma vil o alguna cámara oculta. Recuerdo que abrí la tapa del inodoro con un palito, con mis pies a unos 2 metros de distancia y mis brazos estirados a tope, mientras con la otra mano sostenía fuerte mi naríz, con el asombroso temor de morir asfixiada, ya que no quería respirar por la boca, temiendo tragar absolutamente todo ese aroma inmundo. Aromaterapia a la inversa. A todo esto, quiero destacar la frustración que sentí cuando tire incontables veces la cadena, la tirita que cuelga de la mochila del inodoro bah, mientras iba notando que el submarino atómico no se iba. El miedo que daba tener que esperar cinco minutos para que se llene de nuevo de agua y probar con la siguiente descarga y, sobre todo, el hecho de después salir y explicar, SIN HABLAR UNA PALABRA EN PORTUGUÉS, que ese sorete no era mío, a quien este esperando en la puerta del bañeiro para ingresar en él. Tenía que resolver. Estaba iracunda, nerviosa, avergonzada por si otros pensaban que semejante bestia había salido de mi esfinter y, por esa razón, retirarme de coger para siempre ya desde el primer día. Pensé en mi baño bonaerense, en quien carajo me había mandado acá, en mis viejos, en mis botas de leopardo, en mi glamour que se estaba diluyendo (y que era lo único que se diluía, porque el soretín, con cada descarga, se ponía de forma perpendicular y paralela y golpeaba simpáticamente contra el agujero del inodoro en forma de cruz. Estaba, se ve, tan duro, que era imposible que se ubicara de forma estratégica como para salir íntegramente de una por el agujero). Estuve 40 minutos en el baño. No pude resolver ese problema nunca. Los días siguientes pasó lo mismo. Aproximadamente una vez por día, Dios me encomendaba una misión suicida, algo que aprender de esta historia... Pasaron dos meses y todavía no encuentro una puta razón lógica de por qué me hizo pasar por semejante odisea.

- Almorzar y cenar usando una tapa de olla de aluminio inestable como plato. 
Una especie de Samba gastronómico del parque de la costa. Misturando mi fastidio, enojo y torpeza, tirando comida insulsa por los costados con cada tenedorazo que daba, con las cagadas a pedos de mi hermano menor que me gritaba desde al lado que tenía que dejar de ser tan Susana Gimenez y curtirme en la vida del viajero. 
Tomar agua de la canilla acá reemplaza el laxante. La guayaba te seca. La idea es encontrar el equilibrio justo entre las cantidades de guayaba y el agua del grifo, para no irte por el inodoro pero tampoco constiparte hasta que el intestino te toque la retina.

- El problema de la comunicación aprendiendo un idioma. 
Lo primero que aprendí, después de las palabras básicas que necesitas para sobrevivir en un país que no es el tuyo ( Obrigado, perdão, Posso usar o banheiro, onde é happy hour, quanto custa a cerveja, etc) fue "Eu vou tomar banho", eso significa que voy a bañarme. No solamente lo decía una y otra vez al estilo GPS quemándole la cabeza a cada persona que se me cruzaba, si no que también, en mi afán por quedar bien con cada persona que se me cruzaba, sentía la obligación de ir a bañarme cada vez que lo decía más de dos veces seguidas. O sea que, en Brasil, la primera semana me bañe alrededor de 75 veces por día si contamos las veces que hablaba de más y las que iba de cuerpo (como diría mi abuela paterna QEPD al acto de defecar) ante la falta de bidé.

Gatos en el camping Natureza

SITUACIÓN: Un gato se adueñó de la cocina y todo alrededor. La parte de "alrededor" la usa como baño. El problema con los gatos es que tapan su caca con la arena, entonces es imperceptible a los ojos humanos, por lo menos en la parte superficial.

PROBLEMAS:
1- No hay ningún valiente que tome con una pala las deposiciones del felino y las traslade hacia otro lugar para que el animal cambie sus hábitos escatológicos. LA ENTRADA DE LA COCINA - desde el escalón intrascendente blanco hasta la puerta de entrada - ES UN CAMINO MINADO.
2- Todavía no cobre y perdí mis dos pares de ojotas.

SOLUCIÓN PROVISORIA para no pisar mierda descalza....
(Mamá orgullosa de mi madurez, mi hermano orgulloso de mi rápida adaptación a la vida del viajero rata)



lunes, 26 de octubre de 2015

Prólogo, contexto o whatever...

Dicen que viajar te abre la mente, que tu espectro social crece de una forma abismal y que es muy factible que en todo el proceso de moverte de un lado a otro, termines modificando actitudes que conoces como propias, paradigmas invisibles que no sabes ni que están allí, formas de pensar sobre algunos tópicos y hasta eliminando prejuicios que no tenés idea ni siquiera de que existan. Dicen, claro. O por lo menos eso pensaba yo, que este sinnumero de ideas eran increíblemente exageradas, dichas por costumbre, por decir, o quizás porque los tipos que venían a contarme esto no tenían otra cosa mejor que hacer, más que machacarme la cabeza con pelotudeces surrealistas que un alto porcentaje de la población que, inocentemente, se auto-proclama "rebelde" quiere escuchar. En mi experiencia personal, me fumé boludeces de toda índole... Historias bizarras que había escuchado veinte mil millones de veces,  la envidia de viajeros frustrados que te vomitan frases tales como "viví todo lo que puedas por mí" (como si eso tuviera alguna especie de sentido), recomendaciones de un playlist interminable de películas del tipo "wild" "comer rezar amar" "Diarios de motocicleta" "into the wild" y creo que no me dieron de regalo un sobre con una cuponera de compra de preservativos para traerme, solamente porque no existe cosa tan bizarra y mundana como esa. Porque ABSOLUTAMENTE TODAS las personas que viajaron, según ellos cuentan, se transformaron de golpe en una especie de Brad Pit de barrio, en cogedores compulsivos que, al parecer, siguen al pie de la letra los pasos que establece el INADI en su estatuto, léase: No discriminar por sexo, raza o religión. Evidentemente se garcharon todo lo que les pasaba caminando dentro de un diámetro de dos metros a su alrededor, porque si no no me explico.

Ese era, básicamente, mi contexto. Aturdida de historias ajenas. Algunas re copadas, otras un tanto exhuberantes. Todos me preguntaban emocionados a dónde me iba esperando ansiosos que yo les dijera algo, como si yo tuviera la más puta idea de como responder a eso. La idea principalmente era visitar a mi hermano menor que estaba en Brasil. Nunca supe en qué parte, me olvidaba cada vez que me lo decía. Además nunca fui buena en Geografía, me la llevé a Marzo en el secundario y me la seguiría llevando for ever a la recalcada conch* de la lora para que no exista más, si eso fuera posible. Y ahora que lo pienso, creo que esa fue la razón principal por la cual me puse a estudiar Abogacía: La carencia de una materia tan nefasta como Matemática y de esta otra que me hacía estudiar valles, temperaturas de corrientes de agua, climas y ver dibujos monocromáticos inentendibles, esos que ustedes conocen como "mapas". Hasta hace poco odiaba los mapas, desconocía totalmente la mayoría de las capitales de las ciudades de cualquier parte del mundo, bueno también las ciudades. No daba lugar a ningún tipo de pensamiento cultural que no concordara con mi estructura mental y no me movía más allá de un radio seguro: Mayoritariamente mi dormitorio, mi baño en suit y la cocina de mi vieja (que estaba al lado). Mi hermano me saltó con un viaje cósmico al Amazonas y lo más incoherente del asunto fue que yo le dije que sí. Yo. Una mina que no estuvo a la intemperie ni en los bosques de Palermo más de dos horas de corrido sin fastidiarse, que hacía espamento cada vez que veía una cucaracha a lo lejos y llamaba a su mamá (o everybody que estuviera cerca) para que le de un chancletazo, una mina que prácticamente tiene los tacos tatuados en los talones y que jamás durmió en una carpa en su vida, mucho menos armarla - soy de las que piensan que para eso hay que estudiar Arquitectura, Maestro mayor de obras o algo relacionado con la construcción y vivienda - O sea... El chabón me planteó un viaje a la selva y yo accedí. Claramente no tenía idea de en dónde me estaba metiendo, pero esa fue la decisión más importante que tomé en mi vida y de esto me di cuenta dos semanas después de que el avión despegara.