De camino a Belém terminamos, por esas cosas locas de la vida, en un pueblo llamado Dom Elizeu, al norte de Brasil, en el estado de Pará.
Después del intento fallido de pegar carona, hacia el mediodía decidimos comprar tres pasajes en un bondi de larga distancia que salía recién a las 22.30 hs. Era muy temprano y no nos quedaba más que hacer tiempo y alimentarnos para no morir. Mi hermano fue a hablar con una señora muy amable, dueña de "João Victor", un lanchonete familiar a la vuelta de la pequeña rodoviaria del lugar, que se ofreció a cocinarnos un PF a una módica suma acomodada para viajeros hippies -Plato feito. Un "plato hecho" común en todo Brasil. Es un compendio gastronómico bizarro e inentendible en el que ingredientes más, ingredientes menos, podes encontrar feijón, arroz, ensalada, farofa y algún acompañamiento carnívoro. Todo junto en un mismo plato. En algunos casos también agregan fideos. Es una especie de bomba atómica rusa de destrucción masiva pero brasilera y para comer. Sale alrededor de entre 8 y 15 reales dependiendo el lugar y es lo más económico en cualquier casa de comida- así que nos sentamos y nos dejamos deleitar primero por su amabilidad suprema y, después, por la exquisités de sus platos de sabor casero. La mina dispuso todo en la mesa al estilo domingo familiar argento. Nos puso nuestros respectivos platos vacíos, un juego de cubiertos a cada uno, una botella de agua fresca que no nos cobró y comenzó a traer fuentecitas y cazuelas con cositas que dejó en el centro de la mesa para que nosotros nos sirviéramos. Como en casa, nada de platos armados.
![]() |
João Victor Junior. Tercera generación de una empresa familiar |
Estábamos comiendo a la velocidad de la luz, cuando de repente notamos que comenzaron a acercarse de a poco a nuestra mesa algunos niños que venían a chusmear en qué idioma hablábamos de una forma extremadamente poco disimulada, aunque su idea era pasar desapercibidos. Empezando por Wanderson de 10 años de edad y terminando por Lucas, Matheus, João Victor y cinco más que iban para la vereda de enfrente y volvían formando una secuencia cronometrada de trabajo. Todo dependía de lo que tardase en salir la nueva tanda de choclos con manteca calientes que debían vender a los autos y las personas que pasaban. Se terminaban los choclos: Volvían. Salían los choclos: Se iban. Así sucesivamente hasta caer la tarde/noche.